Precisión en armas de fuego: ¿Realmente es tan importante?

Por Cecilio Andrade extraido de Armas.es

En un combate real, esta pregunta, y otras muchas que he ido sacando en mis escritos se reducen a una sola, “¿Qué es lo que usted cree?” En ella se reduce todo, lo que usted crea es lo que usted sentirá, y en definitiva será lo que usted hará, o mejor dicho, será como usted reaccionará. Mi opinión es que en un enfrentamiento armado, siendo la precisión muy deseable, en la mayor parte de las ocasiones, por la situación en sí de sorpresa, reacción, premura de tiempo… buscar precisión no solo será imposible, sino que además puede resultar contraproducente. Piensen tan solo en una cosa: cualquier impacto en el adversario es bueno para usted y malo para él. Así mismo, la reacción, los movimientos, la capacidad de impactar (aun sin ser precisos ni agrupados) le ampliará sus posibilidades de supervivencia y retardará el ciclo OODA del adversario (sobre este punto, aunque he escrito sobre ello, creo que lo mejor es remitirles al instructor y amigo Ernesto Pérez Vera y su artículo “OODA, el iter de la reacción (Observar-Organizar-Decidir-Actuar)” Tiro Defensivo

En muchos de mis artículos anteriores he escrito que en las prácticas debemos exigirnos un porcentaje lo más cercano posible al 100%, y nunca por debajo del 50% en nuestra eficacia con las armas. Ahora bien, en otros artículos, y en base a datos estadísticos contrastados, explico que en los enfrentamientos reales raro es un nivel de eficacia superior al 20%, quedando el promedio entre el 15 y el 25% en el mejor de los casos. ¿Dónde creen ustedes que estaría ese promedio real si no se exigiera ese mínimo del 50% en los adiestramientos? En mi opinión, muy por debajo del 10%, dentro de parámetros de supervivencia imposibles.

Un enfrentamiento armado se reduce a una cosa: “no ser alcanzado para alcanzar”. Tan sencilla de comprender y tan complicada de llevar a la práctica. ¿Verdad? Este sencillo punto, en la mayoría de los casos, es el que también nos da la explicación de la baja tasa de aciertos respecto a las prácticas de tiro, por muy estresantes que queramos ponerlas. No queremos ser alcanzados, es evidente, es natural y es instintivo, y ello hace que nuestra capacidad de respuesta eficaz baje a escalones tan bajos. La situación la dicta la acción, no la técnica, por más que muchos insistan en ello, incluso yo mismo en mis clases. Pero una clase, por muy… ¿enérgico? que sea el instructor, jamás tendrá el factor fisiológico y psíquico de “no quiero que me den, si lo hacen moriré”. En el campo de tiro, si se reacciona mal todo queda en unas palabras o unas cervezas a posteriori. En la realidad, todos sabemos dónde queda el que se equivoque más.

Es muy importante la puntería, la eficacia de nuestros disparos, pero ¿debemos prestarle toda nuestra atención? En un artículo polémico que publiqué hace ya algún tiempo (ver articulo) , comenté lo que suele ocurrir con impactos en según qué zonas y puntos concretos de un blanco humano. Fue un artículo polémico pues muchos pensaban que yo enseñaba donde disparar para matar. Quien siga la línea argumental de mis escritos sabrá que en un enfrentamiento armado en el que la vida de uno mismo está en juego no existe el concepto de “disparar a matar”, solo el de “disparar para sobrevivir”, ya que nuestro cerebro no puede hacer otra cosa que poner el piloto automático del instinto inconsciente de supervivencia. Inconsciente y por tanto no controlable como para pensar en milésimas de segundo “voy a poner un impacto aquí, otro allí…” No. Disparará dónde, cómo y cuándo pueda y la situación se lo permita, y con suerte, podrá contarlo más o menos intacto.

En el artículo antes citado, diserté sobre los impactos en el corazón, “el centro del centro de masas”. Hoy añadiré que ese blanco, amén de reducido en tamaño, está muy alto para muchas de las situaciones en distancias cortas o muy cortas. A cinco o seis metros es fácil, relativamente al menos y con entrenamiento, poner nuestros disparos en un blanco del tamaño de una mano pequeña. Pero si esa distancia se reduce a menos de dos metros, la premura de tiempo, el poco margen de reacción, el menor espacio, etc., dificultan enormemente alinear el arma con ese blanco.

La mayoría los disparos irán a lo que se denomina “centro de masas”, el tórax. Es cierto que expliqué que tanto los pulmones como las arterias, como el corazón mismo son blancos muy rentables. Así como lentos en producir la incapacitación. Pero ello no significa que no afecten a la eficacia del adversario, incluso si sobrevive, para poder dañarnos. También comenté sobre los impactos en el cráneo y el Sistema Nervioso Central (SNC), pero a este blanco se deben aplicar ahora las mismas explicaciones que para el corazón, con el añadido de estar más arriba, moverse más y normalmente estar más a cubierto con los hombros, brazos y el arma adversaria.

Esas tres zonas son las habituales en toda instrucción, las buscadas, las entrenadas, y, curiosamente, en la mayor parte de los enfrentamientos, las menos alcanzadas. Son las zonas que se suelen aplicar en los “concursos” de tiro: un impacto vale más según la zona. Piensen en una cosa, un disparo en la zona del cuello, en un concurso, nos dará menos puntos, ¿y en la realidad?, ¿qué creen ustedes? Si no lo creen así hagan dos cosas. Primero busquen todos los datos que puedan reunir sobre enfrentamientos armados y analícenlos. Segundo, prueben con municiones de entrenamiento o armas de airsoft, sobre todo con las protecciones justas, que “piquen” los fallos. Créanme, muchos profesionales han cambiado de punto de vista gracias a este último punto.

Debemos alcanzar al adversario donde nos sea posible, el codo, el pie, el hombro, el pecho, el abdomen… ello mermará su eficacia indudablemente, y nos acercará a, por un lado provocar su rendición o, si ello no es así, a facilitar su neutralización. Moviéndonos nosotros, y muy probablemente el adversario también, añadiendo posiblemente una iluminación pobre, la mejor técnica es buscar el centro de masas del cuerpo completo en el centro del abdomen, o como decían los viejos pistoleros, en la hebilla del cinturón como se llevaba en aquellos tiempos, en el centro del abdomen. Fairbairn y Sykes ya lo expusieron así en su documentado (más de 600 enfrentamientos reales) y magnífico libro “Shooting to Live”.

Con un buen programa de entrenamiento podremos con el tiempo, reaccionar, movernos y disparar eficazmente, alcanzando con mayor precisión el tórax. Pero, se necesita un adiestramiento real y eficaz, y tiempo. Mientras, debemos sentirnos justamente satisfechos alcanzando con todos nuestros disparos (o la mayoría) dentro de la silueta humana. Si nuestros disparos fuesen principalmente al abdomen inferior y cuádriceps, recuerden una cosa: el hombre suele tener una reacción más psicológica que real ante los impactos cerca de sus supuestas “joyas de la familia”, e instintivamente se reacciona de forma muy exagerada ante cualquier impacto y riesgo de pérdida. A nivel fisiológico, les remito al artículo que ya comenté. Por otra parte, en distancias extremadamente cortas y/o de contacto, el alcanzar esa “zona” es lo más fácil y común. Si a ello añadimos que no será “un” impacto, si no varios, el efecto traumático y físico no necesita mayor explicación.

Resumiendo, mientras usted logre alcanzar a su adversario, eso es bueno para usted y los suyos, y malo para el adversario. Puede que su agrupación no sea de libro, pero mientras se mantenga enfocado, en movimiento y luchando, usted gana. La supervivencia, la lucha por sobrevivir, mejor dicho, no es una tarea agradable. Al contrario, implica miles de factores y detalles, aparentemente nimios, que pueden dar al traste con la más cara instrucción, o favorecer al más claro y decidido.

Esta lucha no es algo nuevo, no existe diferencia entre sobrevivir al combate hoy o hace 3.000 años. La concienciación, el enfoque realista en todos sus parámetros, el trabajo, el estudio y sobre todo, su deseo de poder seguir cuidando de los suyos, siguen siendo los únicos puntos a considerar como profesional armado.

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