Cordobess@: Un Articulo Polemico pero real de Cecilio Andradre en el cual intenta explicar que sucede al disparar a los diferentes puntos o zonas vitales del cuerpo humano, buscando un enfoque realista en todos sus parametros en el cual entra en cuestion el que la vida de uno mismo está en juego y no existe el concepto de “disparar a matar”, solo el de “disparar para sobrevivir”
Actualmente, la sociedad impone una especie de tabú a la hora de hablar de la vida humana, por lo que, generalmente, nuestros blancos de entrenamiento son abstractos y carecen de los detalles suficientes como para entender dónde o por qué estamos emplazando un disparo. Es muy difícil, por no decir imposible, encontrar blancos de entrenamiento en los que vengan reflejados el cerebro, la espina dorsal, los riñones o las arterias, a pesar de que, verdaderamente, esos son nuestros verdaderos objetivos. Y no la simple silueta negra que no refleja nada. El concepto del emplazamiento del disparo cobrará importancia en el momento en el que busquemos que nuestro objetivo quede incapacitado de forma instantánea, o bien queramos lo contrario.
Un tirador táctico (del tipo que sea) necesita aprender la exacta localización de esos puntos de impacto, de tal manera que pueda emplazar su disparo correctamente, sobre todo en los casos de secuestros o simplemente de personal hostil reteniendo a personas inocentes. De igual modo, se debe saber dónde emplazar el disparo en un sujeto que está parcialmente oculto o protegido por un chaleco antibala (o saber esperar a una mejor exposición del blanco). Estos conocimientos son especialmente importantes para tiradores de unidades de elite, aunque nunca está de más su conocimiento por parte de los tiradores en general, que se pueden enfrentar a cualquier situación similar en cualquier momento.
¿Cómo es de rápida la incapacitación “instantánea?
Casi cualquier impacto de fusil y pistola que penetre en la cavidad craneal matará al individuo. Pero la cuestión es con qué rapidez lo hará. Estamos hablando de cavidad craneal, no de la cabeza en general. Esto es porque cerca de dos tercios de la cabeza están formados por tejidos y huesos que, a no ser que se produzca una herida demasiado seria (metralla, etc.), no se producirá necesariamente una incapacitación instantánea. Pero los proyectiles que alcanzan la cavidad craneal, generalmente llevan a resultados críticos.
El tejido del cerebro es relativamente maleable y líquido, es decir, un medio idóneo para transmitir la cavidad temporal. Como el cráneo es un compartimento sellado, es la única parte del cuerpo humano que puede “explosionar" violentamente como si fuese un tetra-brick de leche que se pisa con fuerza. Esta es una observación gris, pero verdadera. Los disparos precisos, como son los disparos a la cabeza, requieren puntos de referencia muy claros para conseguir los resultados más efectivos y rápidos posibles, más rápidos si cabe que la llamada “incapacitación rápida" que aquí distinguiremos de la “incapacitación instantánea". Pero, ¿qué rapidez tiene esa incapacitación instantánea?
Esta incapacitación es más rápida que la presteza con la que el cerebro del objetivo pueda decidir disparar y mandar el impulso nervioso a su dedo índice. Nuestro proyectil va a ser el elemento que “interfiera" esa señal cortando el camino de ese sistema nervioso. Podemos, incluso, computar lo rápido que esto ocurre. Así, por ejemplo, un proyectil de 7,62x51mm tarda aproximadamente 0,12 segundos para recorrer una distancia de 100m hasta un objetivo, añadiéndole 0,0000516 segundos (media millonésima de segundo) para atravesar el centímetro que hay desde la piel hasta la columna vertebral del blanco. Debemos contrastar esto con los 10 ó 15 segundos en los que un objetivo puede mantener la consciencia después de haber recibido un impacto en el corazón.
Un disparo efectivo contra el sistema nervioso central (SNC) requiere un impacto en la espina dorsal, sobre la cruz de los hombros, a través del “tallo del cerebro", o en el sistema motor nervioso, situado a los lados de la cabeza. El sistema motor nervioso lo encontraremos aproximadamente 1 centímetro por encima de las orejas, justo debajo de la nariz y en el cuello. El disparo de frente puede causar problemas debido a que los dientes y los diferentes huesos pueden hacer que el proyectil no llegue al punto deseado.
Pero, realmente, ¿cuál es la distancia máxima para intentar disparos al cerebro o al SNC? Una cavidad craneal humana típica puede tener unos 18cm de largo, 14 de ancho y 10 de alto. Si somos tiradores con agrupamientos de 1 MOA, ese agrupamiento equivaldrá a 12cm a 400m. Esa será la distancia máxima a la que debemos intentar un disparo a la cabeza del objetivo, por supuesto, tendido y con apoyo y teniendo en cuenta que a esa distancia y contra ese tipo de blanco un error (miss) es aceptable.
Ahora bien, para asegurarnos debemos centrarnos en la distancia de 300m para abatir cabezas. Más aún, si nuestro disparo va a estar emplazado en la espina dorsal, riñones, hígado, o en el SNC, deberíamos pensar en reducir la distancia teniendo en cuenta que a una distancia de 200m batir precisamente ese tipo de puntos requiere que uno sea un tirador excepcional y que lleve su arma y su munición al límite de sus posibilidades. Tácticamente, si no podemos hacer fuego a 200m para impactar en el SNC del enemigo, se disparará al torso teniendo en cuenta que esto no significa, necesariamente, una incapacitación rápida ni instantánea.
En resumen, y tomando como base todo lo anterior, cada tirador debe ser consciente de su nivel de tiro y adiestramiento y saber y tener en cuenta que, después de una infiltración y de un acecho, las condiciones de tiro o se entrenan o variarán muchísimo. Todo se debe entrenar en los periodos de adiestramiento y no dejar nada a la improvisación. Mientras unos tiradores tendrán como límite para disparar a la cabeza 200m, otros podrán tenerlo a 300 o aventurarse, siempre basándose en pruebas anteriores, a 350, 400 metros, o más.
Colocación de los disparos y sus efectos
Un disparo al centro del pecho del blanco impactará en un “entorno rico en objetivos"", que llevará al enemigo, la mayoría de las veces, a una incapacitación rápida. Se puede observar que la mayoría de los objetivos se encuentran alrededor del centro del torso, incluyendo el corazón con sus arterias, la espina dorsal, justo detrás del corazón, y otros elementos tales como hígado, estómago o riñones, aparte del cuello.
Un impacto en el corazón, obviamente, causará una seria pérdida de sangre que derivará en desmayo y posterior muerte, a los 10 ó 15 segundos. Un impacto en la espina dorsal es un impacto en el SNC con incapacitación instantánea y posible muerte. Un impacto en el hígado provocará una pérdida rápida de sangre, teniendo un efecto similar al impacto en el corazón. El tejido blando del hígado es especialmente vulnerable al daño producido por la cavidad temporal, significando que un error (miss) cercano también le puede hacer daño. Más abajo del torso tenemos los riñones, probablemente los órganos que más sufran por la más ligera herida, y que pueden incapacitar al enemigo. Al igual que el hígado, su textura blanda hace que sean dañados por la cavidad temporal del impacto. Las arterias son también buenos objetivos, especialmente la femoral, que recorre la parte interior de las piernas, y la carótida, en el cuello. Como el cuello también contiene la espina dorsal, se convierte en un buen punto de impacto.
Los impactos a los lados del objetivo son un caso especial desde el momento en que los huesos de los brazos pueden parar el impacto, especialmente si hacemos fuego con un 9mm o un 5,56mm. Los brazos también pueden desviar los proyectiles hacia cualquier punto del torso. Esta situación es la idónea para impactar en el cuello o en los riñones si estas zonas están a la vista, pero tácticamente, y teniendo en cuenta que el perfil de un individuo es más estrecho que su frente, se podría considerar esperar a que el objetivo se dé la vuelta, mostrándonos su frente o su espalda.
Los impactos en los pulmones son también de interés, aunque no necesariamente causan un sangrado grande o inconsciencia, pero sí causarán dificultades respiratorias que limitarán la movilidad del enemigo, así como un gran dolor que reducirá su efectividad. Por último, los impactos en los huesos causan un dolor tremendo e inmovilidad, pero es bastante difícil impactar en ellos a propósito.
Articulo de Cecilio Andrade
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