Los viajeros se han acostumbrado a llegar con antelación para pasar los controles antes de acceder a la zona de embarque, pues a menudo hay que esperar colas debido a la lentitud del proceso y a la frecuencia con la que los arcos que detectan objetos metálicos dan falsas alarmas que obligan a realizar cacheos. Por otro lado, los escáneres corporales digitales implantados sobre todo en EEUU permiten detectar también objetos no metálicos, pero han suscitado críticas porque los detalles de la anatomía del pasajero quedan expuestos a las miradas del personal de seguridad.
Un escáner que está siendo desarrollado por un consorcio liderado por la compañía española Alfa Imaging y financiado por la Comisión Europea, intenta dejar atrás los inconvenientes de los sistemas implantados en la actualidad.
Menos falsas alarmas
Por un lado, este escáner denominado TeraScreen pretende agilizar los controles al reducir las falsas alarmas y requerir menor atención por parte de los vigilantes. Por otro, ofrece una imagen genérica computerizada del individuo, que ni muestra detalles anatómicos ni queda registrada para respetar su privacidad.
«Nuestro sistema se basa en la tecnología de las ondas milimétricas. A diferencia de otros escáneres, como los que usan rayos X, no emite radiación nociva para la salud», sostiene Fernando Allona, consejero delegado de la empresa Alfa Imaging.
No se trata de una tecnología nueva pues desde los años 70 se usa para ver en condiciones de baja visibilidad, por ejemplo, para que los helicópteros puedan aterrizar en el desierto si hay tormentas de arena.
El sistema proceso los datos y ofrece una silueta genérica en la que se indica si ha encontrado algún objeto escondido.
ALFA IMAGING
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Su nuevo escáner combina un sistema pasivo y otro activo en varias frecuencias de ondas milimétricas y terahercios, que escanean al individuo mientras éste recorre sin detenerse un pasillo de entre tres y seis metros.
Las imágenes resultantes son procesadas automáticamente en tiempo real, mostrando en una pantalla la silueta. Si el escáner localiza algún objeto sospechoso adosado al cuerpo, indicará con un recuadro dibujado en la imagen el lugar en el que se encuentra.
Un sistema pasivo de ondas milimétricas detecta la radiación natural que los cuerpos emiten o reflejan, y la transforma en una señal eléctrica. Por ello, si el individuo lleva algún objeto adosado y escondido bajo la ropa, esa zona no emitiría calor y sería detectada por la cámara.
En aeropuertos de países como Reino Unido ya funcionan escáneres corporales de ondas milimétricas con un planteamiento parecido. Pero además de localizar objetos escondidos, el sistema TeraScreen avisará al vigilante del tipo de amenaza detectada con un código de colores: por ejemplo, el recuadro será rojo si es un objeto metálico, verde si se trata de un líquido o azul si es un producto en polvo. Así, sostiene Allona, será capaz de detectar armas fabricadas con cualquier material, explosivos plásticos y líquidos o drogas. Además, ya no será necesario que el pasajero se detenga, pues el control se realiza mientras camina, aumentando el flujo de personas.
Nuevos tipos de ataques
Los controles para detectar armas o explosivos se han ido extendiendo paulatinamente a otros lugares vulnerables a ataques, como centrales energéticas, plataformas petroleras, estaciones de tren, museos e incluso hoteles y hospitales en algunos países. Sin embargo, su lentitud impide que su uso se generalice en recintos multitudinarios, como estadios de fútbol, estaciones de autobús o salas de conciertos en los que también pueden existir amenazas para la seguridad.
Según Allona, su escáner propiciará la implantación de controles en este tipo de instalaciones. Calcula que permitirá el paso de unas 400 personas por hora, más del doble que con los sistemas disponibles en la actualidad. Aunque el precio actual de estos sistemas de seguridad está entre los 100.000 y 200.000 euros, su objetivo es llegar a ofrecer sus escáneres por debajo de los 50.000 euros.
El proyecto TeraScreen, que comenzó a desarrollarse a mediados de 2013 y concluirá en 2016 con una demostración de su viabilidad en el aeropuerto de Bristol (Reino Unido), cuenta con un presupuesto de 4,8 millones de euros. La mayoría procede de la Comisión Europea, que lo ha incluido en su Séptimo Programa Marco de la UE de Seguridad.
En diciembre de 2001, el fallido intento por parte del denominado terrorista del zapato de hacer explosionar un avión en pleno vuelo de París a Miami puso de manifiesto la insuficiencia de los arcos que detectan metales y de las normas de seguridad que acababan de implantarse tras los atentados terroristas del 11-S.
En 2006 se logró abortar un plan para explosionar varios aviones usando líquidos, lo que condujo a la controvertida normativa que limita estos productos en el equipaje de mano y obliga a llevarlos en una bolsita de plástico. Y en diciembre de 2009, otro intento de ataque con explosivos escondidos en un avión que cubría la ruta Amsterdam- Detroit recordó que hacen falta sistemas más versátiles que detecten todo tipo de sustancias potencialmente peligrosas.
Desde entonces los Estados de la UE han probado diversos escáneres para adaptarse a los nuevos métodos de los terroristas teniendo en cuenta varias condiciones: que no sean dañinos para la salud, que se respete la privacidad de los pasajeros situando en otra sala a los vigilantes cuando sea necesario, que no se registren las imágenes y que se pueda optar por un control manual.
Preservar la intimidad en una sociedad vigilada
Que la tecnología vaya a permitir en los próximos años extender a multitud de lugares públicos el uso de escáneres de control no significa que su implantación esté siempre justificada ni que todos los ciudadanos estén dispuestos a aceptarlos. Aunque no supongan un riesgo para la salud y se aleguen razones de seguridad, el empleo de estos sistemas plantea importantes cuestiones éticas. Dentro del consorcio TeraScreen, la Universidad Albert-Ludwigs de Friburgo se encarga de estudiar estos aspectos y en qué situaciones los ciudadanos aprueban o consideran necesarios estos controles.
Como señalaba el documento de la Unión Europea que recogía las conclusiones de la Conferencia sobre Protección de la Aviación Civil contra el Terrorismo celebrada en septiembre de 2011, una década después del 11-S, «estadísticamente la amenaza a la seguridad de la aviación sigue siendo relativamente baja», pero ésta sigue siendo un símbolo de la libertad y el comercio internacional y un objetivo atractivo para los terroristas. Los ciudadanos suelen percibir los aeropuertos como lugares vulnerables y son más proclives a aceptar los controles.
Según un Eurobarómetro de 2007, el 61% de los europeos los considera adecuados, el 24% cree que son insuficientes y el 16% piensa que son excesivos. La Agencia de la UE para los Derechos Fundamentales investiga el impacto de los escáneres corporales usados en EEUU en la salud, la privacidad, la dignidad personal o la protección de datos de los ciudadanos.
FUENTE: EL MUNDO
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